Era una tarde soleada y un joven de unos veinte años de edad caminaba por las llanuras de Runiel, era alto y su cabello negro y enmarañado le llegaba a sus hombros y cubría parcialmente sus ojos verdes. Llevaba puestas unas pesadas botas de cuero marrón, ropaje del mismo material teñido de verde y una capa de tela gruesa de un verde mas oscuro. Su indumentaria se encontraba sumamente gastadas lo que hacía suponer que volvía de un largo viaje. En la espalda llevaba colgada una espada ancha sujeta en una vaina gris.
De repente a lo lejos el joven escucho gritos de auxilio y se dirigió hacia donde se originaban los mismos. Al llegar vio a una bella dama a punto de ser violada por un orco. Rápidamente el joven desenvainó la espada y corrió colina abajo para intentar rescatar a la joven.
El orco escucho al joven e interrumpió su labor disponiéndose a enfrentarlo sacando un hacha a una mano de su cintura. El joven cargo con todo su impulso al orco, y antes de que este lograra batir su hacha, la espada del joven lo atravesó a la altura del pecho.
El joven extrajo la espada de la piel del orco y la limpio antes de volver a envainarla. Luego dirigió su atención a la joven. Estaba temblando de terror, su ropa estaba hecha jirones dejando casi todo su cuerpo expuesto. Su cabello era rubio y largo, su piel era delicada y sus suaves curvas y sus pequeños senos hacían suponer que muy recientemente había alcanzado la madurez. El joven le arrojó la capa para que se cubriera.
- ¿Pequeña, cual es tu nombre?- preguntó el joven.
La muchacha lo miro con sus grandes ojos celestes le respondió Jildir.
- Jildir – repitió el joven, - un nombre apropiado para una flor de la llanura. Mi nombre es Glarión. ¿Qué estabas haciendo sola por este valle? – preguntó Glarión.
- Salí a recoger agua al rió para que mi madre pudiera cocinar la cena cuando de repente fui atacada por esta horrible bestia – respondió la joven.
- Vamos por el agua y te acompañare de regreso a tu aldea – dijo Glarión.
Jildir guió a Glarión hacia su aldea, en la misma había mucho movimiento, la madre de Jildir estaba en la entrada junto a un grupo de hombres armados. Al ver a su hija, corrió rápidamente a hacia ella.
- Jildir, mi amada niña, ¿Qué te ocurrió? – preguntó la madre de Jildir con lagrimas en los ojos.
- Fui atacada por un Orco, pero afortunadamente este joven me rescató – respondió Jirdir señalando a Glarión.
La madre de Jildir se dirigió hacia Glrarión. – Muchísimas gracias gran guerrero, mi nombre es Asira, y estaré eternamente en deuda con usted.
Inmediatamente un anciano de cabello y barba cana se acercó a Glarión. – Le agradezco mucho el servicio que prestó a nuestra aldea joven. Yo soy Rugrand el líder del lugar. Lamentablemente últimamente orcos y otras criaturas detestables se han vuelto más habituales por estos parajes, ese es uno de los motivos por el que Gorodrim, monarca de Brogland, ha convocado a los mejores guerreros de nuestra aldea para tratar de encontrar y destruir el origen de este nuevo mal. El padre de Jildir es uno de ellos y para estas alturas ya debe haberse unido al ejército del rey-.
- Ese es el motivo que también me trae a mi a estos parajes- dijo Glarión – De mi aldea también han sido convocados guerreros para auxiliar al rey, íbamos en una caravana, pero me separe de la misma luego de haber sido emboscado por una manada de lobos salvajes cuando salí a cazar hace dos días. Estaba siguiendo el rastro de la rueda de los carros cuando escuche el grito de la pequeña Jildir-.