Tras la desaparición física de Steve Jobs víctima de un cáncer de páncreas, me vino casi inmediatamente a la mente un párrafo que había leído recientemente en el que Valerio Massimo Manfredi quien, en la tercera parte de su genial trilogía Aléxandros, emite el siguiente pensamiento:
“Reinaba un profundo silencio en la meseta y se oía únicamente el leve silbido del viento que acariciaba la imponente tumba solitaria. Alejandro percibió aguda en ese momento la sensación de la mudanza de la humana fortuna, del efímero sucederse de los avatares. Los imperios crecían y se hundían para dejar paso a otros, que a su vez, se volverían grandes y poderosos en el olvido. ¿Era la inmortalidad nada mas que un sueño?”
Mi respuesta es que no. La inmortalidad no es un sueño. De hecho el gran Alejandro Magno, en cuya historia se basa el libro mencionado y mi personaje histórico favorito, alcanzó la misma.
La inmortalidad se alcanza cuando, una vez extinta la vida en el cuerpo mortal; “el alma”, “el espíritu”, “la esencia” o como deseen llamarla; permanece eternamente atada a la obra que dejó una marca inextinguible en una generación que a su vez se encarga de que esa marca sea transmitida a generaciones venideras.
Si bien no me considero un fanático de Steve Jobs ni de su obra, algunas personas que si lo eran (como Santiago Siri, Basta de Todo, Radio Metro) y a quienes he oído hablar de el, lo comparan, no sin fundamento, al genio de Edison.
Steve Jobs abandonó en el día de ayer su cuerpo mortal para alcanzar la inmortalidad a través de su obra.
Para mi se están yendo al carajo, el loco era un empresario, un tipo que supo hacer dinero, un tipo hábil para los negocios. De ahí en más a pensar que era un Édison, que patentó hasta su abuela por poco, es como mucho.
ResponderEliminarMe parece que están levantando la idea de un emprendedor americano en el momento en que la idea del sueño americano está convirtiéndose en pesadilla...
B.